Intentándolo

Alguna vez alguien me preguntó por qué razón me gustaba la Fórmula 1 y cuando intenté explicarle, mis argumentos fueron desvalorizados por carecer de fundamento racional.

Decir que me gusta porque admiro la forma en la que un ser humano domina una máquina que puede llevarlo a la muerte con tal de ir más y más rápido, con tal de hacer más grande el límite donde se manifiestan las leyes de la física relacionadas al tiempo y al espacio no tiene nada racional.

Cuando comencé a ver Fórmula 1 tenía alrededor de 13 años y me hice fan porque me maravillé de la forma en la que eran conducidos esos autos a velocidades que yo nunca había (ni he) experimentado, pero que de solo oírlas, me daban miedo. 

Mucho he hablado de lo que me gustaba el manejo de Alain Prost en aquellos años, pero él no ha sido el único piloto que he admirado. Particularmente encontré espectaculares los enfrentamientos entre Nigel Mansel y Nelson Piquet, entre Nigel Mansel y Ayrton Senna, entre éste y su compatriota Nelson Piquet y claro, los que alcanzó a protagonizar con Michael Schumacher. Disfruté también el campeonato de Damon Hill y lo que logró Jacques Villeneuve. Encontré que entre los finlandeses había mucho talento cuando vi correr a Mika Hakkinen y después a Kimi Räikkönen. Aunque fue muy poco lo que vi en aquel entonces también puedo decir que me gustó el manejo limpio y sin errores de Niki Lauda y admiré al buen velocista que fue Keke Rosberg. 

Todos ellos fueron infectados por el virus de la velocidad y no permitieron que el riesgo de morir los detuviera de vivir el sueño... su sueño.

Es verdad, el automovilismo como muchas cosas en la vida dista mucho de ser algo racional porque para vivir hay que estar alejado del riesgo y al que hace lo contrario no cabe duda que le falta uno o varios tornillos.

Al día de hoy no tengo palabras que describan de forma tangible por qué disfruto tanto de este deporte. Tal vez es porque me gusta vivir vicariamente a través de estos locos de la velocidad. Seguramente verlos en acción me causa tanta emoción como al chaval que se maravilla ante la agilidad e inteligencia con la que un Messi o un Ronaldo se lleva la pelota a la portería del contrario. Verlos y decir: "Cómo me gustaría saber hacer eso y hacerlo con la misma maestría o genialidad".

Esta vida no la dediqué a ser corredora de autos. A mí el virus de la velocidad no me infectó lo suficientemente fuerte como para romper barreras, como para hacer lo que fuera necesario para tener una oportunidad de correr, por eso admiro a quienes lo han hecho una y otra vez hasta cumplir el sueño o morir intentándolo.

Me causa gran pesar saber que el informe de la FIA sobre el accidente de Jules Bianchi en Zuzuka haya concluido con que  lo ocurrido fue culpa del piloto, cuando puede ser que aunque esto tenga algo de verdad, también hubo muchas cosas alrededor que contribuyeron a la tragedia y que nunca estuvieron en manos del muchacho.

"Si no me convierto en campeón del mundo,
estaré feliz aun si muero intentándolo" - Jules Bianchi.
3 de agosto de 1989 - 17 de julio de 2015
Hoy el deporte motor ha elevado su grado de peligrosidad a pesar de las medidas de seguridad que se han tomado y del modo en que el desarrollo tecnológico a colaborado en la construcción de materiales y estructuras más seguras. Hoy el peligro en el deporte motor se llama "derechos de transmisión" y están valuados en muchos, pero muchos millones de dólares.

Jules Bianchi fue víctima de una cadena de circunstancias desafortunadas que se desataron a partir de que se decidió arrancar la carrera a pesar de un tifón.

Si el muchacho no bajó la velocidad lo suficiente, creo que es lo de menos porque en semejantes condiciones y seguramente sin saber a ciencia cierta lo que había ocurrido una vuelta antes con el auto de Sutil, haber bajado la velocidad en veinte kilómetros no hubiera hecho la diferencia cuando te estampas con una grúa. 

Echando una mirada al pasado es fácil decir que yo hubiera preferido que se estampara con el auto de Sutil que con la grúa... seguramente hoy el muchacho seguiría corriendo. Gran ironía de la vida que una acción encaminada a garantizar la seguridad de todos los pilotos haya sido la causa de la muerte del francés. Hoy podemos decir a ciencia cierta que meter una grúa de forma inmediata es una acción estúpida dadas las condiciones del lugar, pero antes de que sucediera una cosa como esta era difícil dictaminar si el procedimiento estaba bien escrito o no.

Pero el hubiera no existe... las cosas pasaron y siendo o no su responsabilidad, Jules ha hecho su transición de este mundo.

El hecho de que la FIA retire su número del campeonato mundial ha sido bien recibido por muchos y condenado por otros tantos. Cada uno con su razón muy válida, pero que al final no hace diferencia porque el vacío es inevitable.

Tal vez a esta generación de pilotos les hace falta ser un poco más políticos y ser enfáticos al decidir si corren o no en circunstancias que los colocan en riesgos mucho más grandes porque aunque esto le pasó a Bianchi, le pudo haber pasado a cualquiera de ellos y eso es algo que nunca deben olvidar.




Hoy le decimos adiós al piloto con una lágrima pero al igual que a Senna, le agradecemos su contribución al deporte y a lo que se pueda hacer por la seguridad de los otros locos que siguen en la pista.

 ¡Hasta siempre Jules!


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